Normalmente, en la universidad en
que estudio, la vida es bastante ajetreada, todo el mundo camina a toda prisa y
es muy difícil que coincidamos con regularidad con muchos de nuestros amigos,
por lo que es muy normal sentirse solo. En ocasiones, cuando comenzamos una
nueva etapa en nuestras vidas, es común que nos sintamos abrumados por el peso
que conlleva dar los primeros pasos. Muy bien podría tratarse de un nuevo
empleo, el comienzo de la vida universitaria o ese tiempo en que nos
encontramos integrándonos a la sociedad
como profesionales. Muchos, si no es que todos, desearíamos tener alguien a
nuestro lado además de Dios, alguien quien nos de la mano en esos momentos
cruciales de nuestra vida. Al pensar en esto, también viene a mi mente todas
las veces en que he recibido ayuda de las personas que menos espero en el
momento en que más lo necesito, personas que se dejan utilizar por Dios como
instrumentos en Sus manos, para bendecir a otros.
Con el tiempo he aprendido que es
bueno ser bendecidos por otros, pero
mucho más hermoso, poder bendecir a
otros, tener la oportunidad de dar por gracia lo que por gracia hemos
recibido. A veces, cuando algunas
personas escuchan la frase “bendecir a otros” piensan que eso necesariamente se
trata de ayudar económicamente a alguien, no obstante, esa podría ser una de
las formas en que podemos bendecir a otras personas, pero también debemos
mencionar que existen mil y una formas de ayudar a alguien que está en
necesidad. Son muchos los escenarios que se prestan para poder ayudar a alguien
que está afrontando momentos difíciles. La pérdida de algún ser querido podría
ser un buen momento para mostrar a Cristo a quien está pasando por una
situación como esa, hacerle compañía a alguna
persona de edad avanzada, sacar un tiempo para visitar a un enfermo o
simplemente ofrecer oración a quien la necesita, son algunas de las formas en
que podemos reflejar el amor de Dios a los que nos rodean.
Como
cristianos, es de suma importancia que reflejemos el amor y la compasión de
Jesús, tal y como El los mostró por su paso aquí en la tierra. Jesús sanó
enfermos, consoló a los atribulados, compartió con gente la, cual en estos
tiempos, serían consideradas indignas por sus pecados, pero indiscutiblemente,
su mayor muestra de amor quedo plasmada en la historia de la humanidad al morir
en la cruz del calvario por nosotros. Así que, procuremos compartir con los que
están a nuestro alrededor ese amor que ha puesto Dios en nuestros corazones,
para que nuestros hermanos en la fe puedan sentir Su amor a través de nosotros,
y aquellos que aún no le conocen puedan verle reflejado en nuestras vidas.
Por: Ormari Troche
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