lunes, 8 de julio de 2013

Vístete con la armadura de Dios



“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.  Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:10-12)
                              

Nos ha pasado muchas veces, sí, muchas veces y la verdad es que no hemos estados preparados, ni hemos sabido distinguir claramente quién es nuestro atacante. Lo hemos confundido con nuestro hermano, con nuestro vecino o compañero de trabajo. Y es que nos pasa que perdemos en muchísimas ocasiones la perspectiva acerca de contra quién verdaderamente es nuestra batalla. Mientras esto ocurre, nuestro enemigo, Satanás, quién anda como león rugiente buscando a quien devorar toma ventaja en esta batalla. Nos ha lanzado dardos desde diferentes ángulos y no hemos podido contraatacar y muchos menos defendernos. ¿Por qué?  Sencillo, no hemos hecho los arreglos en nuestras vidas para estar preparados para ese momento. Es por eso que el versículo con que comenzamos esta reflexión continua de la siguiente manera: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,  y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:13-17). Si se fijan, el Señor nos vuelve a advertir una segunda vez en el mismo capítulo que debemos de ponernos la armadura de Dios para poder vencer, así que es de suma importancia de que nos preparemos correctamente, porque esta batalla se libra día a día y nuestro enemigo va a tomar toda la ventaja que pueda. A él le queda poco tiempo, y lo sabe, así que va a hacer todo lo que tenga que hacer para que caigamos derrotados. 

viernes, 22 de febrero de 2013

Procesos de la vida


Versículo clave: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.” Eclesiastés 3:1


     La vida está llena de procesos. Desde que ocurre la unión entre el óvulo con el espermatozoide comienza el proceso de la vida.  Este primer proceso dura en promedio, unos 9 meses.  Muchos de los procesos que experimentamos deben seguir un orden y una cantidad de tiempo.  Por ejemplo, cuando se confecciona un bizcocho, es necesario contar de antemano con la receta del mismo, para comprar los ingredientes necesarios.  Al momento de hacerlo, necesitamos dejarnos llevar por el procedimiento que se ha establecido para ese pastel en particular.  Si se salta uno de los pasos o se le añade algún ingrediente de más podría ocasionar que el bizcocho no salga como debería. 

lunes, 28 de enero de 2013

Empatía y misericordia: esencial en el cristiano


    Esta es una de esas reflexiones de las cuales sentí que era un mensaje concreto y directo de parte de Dios. No me malinterprete, siempre que escribo procuro que las palabras que plasmo provengan de parte del corazón de Dios. Sin embargo, en esta ocasión es diferente, puesto que siento una inusual urgencia. Y es que mi corazón ha sido movido a hablarles esta vez sobre la empatía y la misericordia.



     Cuando se hace referencia a la palabra empatía, estamos hablando sobre la acción de ponernos en el lugar de otra persona, para sentir lo que esa persona está sintiendo ante cierta situación. Es decir, es la capacidad de comprender las circunstancias ajenas, aún cuando las nuestras sean totalmente opuestas a las de esa otra persona. A su vez, la misericordia implica ser conmovidos ante esa circunstancia y actuar en favor de quien la está confrontando. Es importante aclarar, que tanto la misericordia como la empatía no deben ser confundidas con la pena, ya que la pena es un sentimiento, que normalmente no está acompañado de ninguna acción, sino de una “lamentación”.