sábado, 12 de agosto de 2017

El yermo y la espada

“Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios” (Efesios 6:17)




Estudiando con detenimiento el capítulo 6 de la carta a los efesios, podemos ver que el apóstol Pablo utiliza la analogía del soldado y su armadura para representar la batalla espiritual que libramos cada uno de los creyentes y la necesidad de prepararnos diligentemente para la misma.

 En esta ocasión nos enfocaremos en el verso 17, en donde se nos exhorta a tomar el yermo de la salvación y la espada del Espíritu...

El yermo es un tipo de casco hecho de acero o bronce, que se utilizaba para cubrir la cabeza, el cuello y parte de la cara de un soldado. De este no llevar puesto el yermo a la batalla, los golpes a los que estaría expuesto serían indudablemente mortales, por la sensibilidad de esa área del cuerpo. Sin embargo, en el plano espiritual, lo que Pablo nos está queriendo decir es que el yermo de la salvación no es otra cosa que el arma que nos protege de los ataques del enemigo a nuestras mentes.

Satanás nos ataca de diversas maneras y una de ellas es en nuestra mente, con diferentes pensamientos que tienen como objetivo socavar nuestra confianza en Dios y en la salvación que nos ha sido dada al venir a los pies de Jesucristo. Es por eso, que resulta imprescindible tener el yermo de la salvación, con el cual podamos contrarrestar esos ataques.

Algunos ejemplos sobre cómo el enemigo ataca a nuestra mente con pensamientos distorsionados y en contraste, cómo la seguridad de nuestra salvación nos ayuda a sobreponernos a esos ataques son los siguientes:

 “-¡Le fallaste a Dios… y eso que eres cristiano! Seguramente Su presencia se va alejar de ti después de esto-”

*Sin embargo, la seguridad que tenemos en Cristo es que nuestra salvación no depende de lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer, sino de lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz hace más de 2,000 años. Además, Dios ha prometido que nunca nos abandonará, ni nos desamparará.

Otro ejemplo sería, cuando en tiempo de dificultad nos sentimos debilitados y el enemigo intenta hacernos creer ideas como:

 “-Si Dios te amara, no estarías pasando por esta situación-”.

*Pero cuando tenemos conciencia de que al aceptar a Jesús como nuestro salvador hemos hecho parte de nuestras ropas el yermo de la salvación, tenemos la certeza de que el amor de Dios por nosotros trascendió hasta el punto de entregar a su único hijo en rescate nuestro. De igual manera, sabemos que la salvación es una promesa y garantía, pero no así el no tener que enfrentar momentos de aflicción; de hecho, la Palabra establece que en esta tierra tendremos aflicciones, pero aun así, debemos confiar.

 A la vez que tomamos postura frente a ataques como estos a nuestra mente, podemos poner un alto.

Una cosa es tener el yermo de la salvación y otra muy distinta es tenerlo puesto. Por eso el versículo 11 dice: “Vestíos de toda armadura de Dios” y “vestíos” es un imperativo que exige una respuesta o acción de parte nuestra. Así que no solamente adquirimos el yermo de la salvación al aceptar el sacrificio de Cristo por nosotros, sino también la plena conciencia de esto que es el colocarnos el yermo como armadura de protección nuestras mentes. Tristemente, muchos cristianos poseen el yermo de la salvación, pero viven rindiéndose a todos los ataques del enemigo, dando anido en sus mentes a sus mentiras. Esas personas no tienen el yermo de la salvación puesto y se exponen a todo este tipo de ataque que poco a poco les debilita en su andar como creyentes.



Esto nos lleva a la otra arma que se nos exhorta a tomar: la espada, que no es otra cosa que la Palabra de Dios.

Hebreos 4:12 establece que:

“La Palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Así que, la Palabra de Dios trabaja en dos direcciones. Trabaja en nuestro interior, satisfaciendo cada una de nuestras necesidades espirituales, emocionales, ayudándonos a crecer y a cambiar esas cosas en nuestras vidas que no están alineadas a la voluntad de Dios para nosotros. Mientras que, del igual manera, como un arma en medio del combate, como defensa. La Palabra de Dios tiene un efecto transformador en nuestra mente y corazón; renueva nuestras fuerzas y nos brinda un enfoque correcto sobre quién es Dios para nosotros y quiénes somos verdaderamente nosotros en El. En la medida que aprendamos a utilizar nuestra espada y la guardemos en nuestro corazón, podremos complementar el yermo de la salvación y desarticular todo ataque en contra nuestra.

En Corintios 10:4-5 dice:

“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta en contra del conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.  Satanás es el engañador por excelencia y no escatimará al momento de lanzar en contra nuestra ataques de todo tipo, pero cuando poseemos la verdad de la Palabra de Dios, podemos mantenernos firmes en quien hemos creído. Porque el enemigo de nuestras almas no solo siembra pensamientos equivocados en nuestra mente, sino que por medio de personas que aún no conocen a Cristo, que intentan tergiversar la verdad. El apóstol Pablo sabía esto muy bien y por eso en 2 de Corintios 11:3 le dice a la iglesia:


“pero temo que como a la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros vestidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo”. Pablo se estaba refiriendo a los falsos apóstoles que pudiesen presentarse con otro evangelio. Es por eso que es imprescindible que filtremos todo lo que escuchamos a la luz de las escrituras.


Jesús nos presentó el mejor ejemplo sobre cómo debemos utilizar la espada cuando fue tentado en el desierto. En cierto momento, Satanás le pidió en medio de su ayuno que convirtiera unas piedras en pan, si en verdad era el hijo de Dios. Jesús, sabiamente citó las escrituras diciendo: “Escrito está, no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Más adelante, volvió el enemigo y le pidió a Jesús que se lanzara desde el pináculo del templo, a lo que este le respondió: “Porque escrito está, no tentarás al Señor tu Dios”. Insistentemente, por última vez se acerca y le ofrece todos los reinos del mundo a cambio de que Jesús se postrara delante de él y le adorara, a lo que este con autoridad contestó: “¡Vete! Porque escrito está, al Señor tu Dios adorarás y solo a El servirás”

 De esta manera, podemos concluir que sería absurdo visualizar a un soldado en medio de la guerra sin un casco que le proteja y sin una espada con la cual defenderse. Del mismo modo, es imposible ser un cristiano victorioso sin utilizar la Palabra de Dios. Por eso es importante leer las escrituras, meditar en ella y aprenderla, no solo para nuestra defensa, sino para también ayudar al hermano que está luchando a nuestro lado. Es vital que estemos preparados porque los ataques llegan en el momento en que menos los esperamos.
   
                                                                                                                              Por: Ormari Troche

lunes, 8 de julio de 2013

Vístete con la armadura de Dios



“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.  Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:10-12)
                              

Nos ha pasado muchas veces, sí, muchas veces y la verdad es que no hemos estados preparados, ni hemos sabido distinguir claramente quién es nuestro atacante. Lo hemos confundido con nuestro hermano, con nuestro vecino o compañero de trabajo. Y es que nos pasa que perdemos en muchísimas ocasiones la perspectiva acerca de contra quién verdaderamente es nuestra batalla. Mientras esto ocurre, nuestro enemigo, Satanás, quién anda como león rugiente buscando a quien devorar toma ventaja en esta batalla. Nos ha lanzado dardos desde diferentes ángulos y no hemos podido contraatacar y muchos menos defendernos. ¿Por qué?  Sencillo, no hemos hecho los arreglos en nuestras vidas para estar preparados para ese momento. Es por eso que el versículo con que comenzamos esta reflexión continua de la siguiente manera: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,  y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:13-17). Si se fijan, el Señor nos vuelve a advertir una segunda vez en el mismo capítulo que debemos de ponernos la armadura de Dios para poder vencer, así que es de suma importancia de que nos preparemos correctamente, porque esta batalla se libra día a día y nuestro enemigo va a tomar toda la ventaja que pueda. A él le queda poco tiempo, y lo sabe, así que va a hacer todo lo que tenga que hacer para que caigamos derrotados.